Acabo de recibir una comunicación de un colega que, en su labor de limpieza digital, me ha reenviado un informe de hace algunos años que pone en entredicho mi profesionalidad, integridad moral e incluso mis derechos laborales. Este informe es un libelo despreciable, cuyo único propósito es calumniar y denigrar de manera gratuita. Fue remitido a la máxima autoridad académica de la que era mi universidad en aquel entonces. Además, se trata de un escrito prácticamente anónimo, pues se amparó en acuerdos dudosos alcanzados en órganos colegiados de una institución universitaria pública que, en ese momento, carecía de representatividad democrática.
Es fascinante observar el trasfondo intelectual del individuo que lo escribió. Por cierto, este personaje es un intruso sin ninguna formación disciplinaria, que probablemente nunca ha empleado un lápiz en su vida (dudo que sepa siquiera qué es o para qué sirve esa herramienta) además de un oportunista profesional impulsado únicamente por intereses económicos. En su libelo, critica sin aportar ni un solo argumento académico y no duda en desacreditar de forma despiadada la labor profesional de los demás, apoyándose en supuestas convenciones burocráticas totalmente irrelevantes.
Resulta curioso que alguien cuyo currículum jamás ha sido sometido a una acreditación externa (afortunado él), se atreva a desacreditar lo que desconoce por completo. Y precisamente ahí radica el problema: el miedo de un mediocre consumado a enfrentarse a la exposición pública de su propia incompetencia profesional. En cuanto a su integridad moral, no hace falta decir nada, ya que se ha autocalificado y ha demostrado a lo largo de los años sucesivos su falta de principios.
[EFP. El Funcionario Perplejo]. Me parece que el personaje al que haces referencia es de la misma cuadrilla que en su momento mencione en el caso del acoso a una compañera. Me vuelve a dejar perplejo la gran concentración de personajes con carencias morales que se da en un organismo público como es la universidad.
[MDD. Maestro Don Depende]. No es sorprendente tu contundencia en tus críticas PBD. Siempre esperamos que surja alguien con una envergadura intelectual capaz de proponer un discurso mínimamente articulado y sugerente, basado en argumentos sólidos. Personalmente, sería un verdadero placer tener que refutar o incluso retractarme de mis ideas ante un discurso inteligente y coherente, pero me temo que cuando se actúa desde la debilidad que has explicado, se obstaculiza la comprensión mutua debido a una falta de equilibrio argumental indicativa de carencias básicas.
[ENR. El Niño Roto]. Se echa en falta la presencia de libelos como los escritos por Voltaire contra Rousseau, los cuales conducían a debates vigorosos acerca de cuestiones universales, abordándolas de manera franca y directa desde los aspectos más cotidianos de la vida. A pesar de su formato polémico, estos escritos siempre mostraban un mutuo respeto intelectual.
No pretendo sugerir que PBD carezca de respeto, ya que, como bien afirmaba Voltaire: “…es que fue así”. No obstante, resultaría sumamente enriquecedor tratar de comprender las bases vitales que subyacen en personas como estas, no con la intención de excusar sus acciones, sino para poder interpretar hechos que quizás no nos sean tan ajenos. Siempre resulta valioso articular y comprender los acontecimientos desde múltiples perspectivas.
Por ejemplo, ¿pueden las convicciones religiosas determinar las acciones a lo largo de toda una vida? Sin lugar a dudas, esto depende del grado de integrismo en el cual nos veamos inmersos, porque en este contexto existen personas que se consideran poseedoras de una verdad absoluta. No afirmo que este sea el caso en concreto ni las circunstancias particulares, pero es un escenario plausible que merece ser considerado.
Edito la entrada el 16 de agosto de 2023.
Cuando menciono “la que era mi universidad por aquel entonces”, es importante aclarar que se trata de la misma institución en la que estoy actualmente. Sin embargo, en la actualidad, no siento que esta universidad sea realmente la mía, ya que no encuentro razones positivas que respalden esta afirmación. No se perciben indicios de que la universidad que me proporciona mi estipendio me brinde el debido respeto desde una perspectiva institucional.