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[EFP] El funcionario Perplejo

La curiosa historia del retrato del Abad

La reciente presentación del retrato del anterior Abad está impregnada de historias conmovedoras que nos brindan la oportunidad de examinar una vez más algunos aspectos de la condición humana manifestados en su plenitud.
Para comprender el profundo significado de un acto tan relevante, es crucial primero indagar sobre las razones que impulsan a retratarse al concluir el ejercicio de un cargo público, colectivo o académico.
Existen fundamentalmente dos motivos:
  1. Por convención social, es decir, porque así lo dicta una norma de educación establecida.
  2. Por méritos probados, es decir, debido a que la labor desempeñada durante el cargo ha generado evidentes beneficios para la comunidad.
En ambos casos, parece adecuado que la comunidad a la que ha servido sea quien fomente este reconocimiento. Porque, en efecto, un retrato constituye un homenaje a la posteridad y permite preservar la memoria del personaje retratado a lo largo del tiempo.
En todo caso, la entidad del retrato debe ser proporcional a los recursos disponibles en la comunidad que lo encarga. Esto significa que la expresión artística deberá ser la más alta posible dentro de las limitaciones económicas, para evitar que un gesto de reconocimiento para el futuro comprometa la capacidad de gestión de las generaciones presentes y futuras, o incluso, en un caso extremo, ponga en riesgo la estabilidad de la institución misma.
La problemática surge cuando la convención social ha sido impuesta por el propio individuo o individuos retratados. Esta situación se agrava aún más cuando los méritos en beneficio de la institución son nulos o incluso han sido perjudiciales para la misma, lo que en ambos casos implica que han impulsado un inmerecido reconocimiento hacia ellos mismos.
El primer Abad de nuestra congregación fue el impulsor de su propio retrato, buscando con ello perpetuar su gloria. Las acciones más destacadas de su gestión incluyen la apropiación indebida de una idea original para la fundación de estudios superiores y el hostigamiento documentado hacia aquellos miembros que se resistían a subordinarse adecuadamente. Previamente, en este medio, publiqué una reflexión bajo el título (DES)INTEGRIDAD MORAL, que se extendió a una segunda entrega. En esos artículos, expuse el caso de acoso sufrido por una correligionaria a manos de un prominente miembro de la comunidad académica, así como el apoyo, tanto intelectual como físico, que recibió por parte de otros miembros de su equipo de acólitos y su entorno para perpetrar dicho acoso. Resulta esencial destacar que todos los individuos representados hasta la fecha en la galería de abades están vinculados a este grupo y que ninguno de ellos presenta méritos que superen a los ya mencionados. Sin embargo, es justo reconocer el diligente esfuerzo que han dedicado a mantener su estatus y la considerable energía que han empleado para asegurar el acceso de sus cómplices a puestos laborales y recursos económicos públicos, explotando de forma flagrante las posiciones institucionales que ocupaban.
 
Es sorprendente observar el poder que puede ejercer la vanidad y la avaricia en estos casos.
 
[MDD. Maestro DonDepende]. En mi congregación se observan fenómenos análogos, aunque con sutiles divergencias. En el presente, es la abadesa en funciones quien encabeza la iniciativa de revitalizar la galería de abades y abadesas, actividad que, en un contexto de inacción total por parte del equipo directivo, parece ser su única contribución efectiva al liderazgo. En este proceso, con el obligatorio beneplácito de la superioridad, se están asignando desproporcionadas cantidades de recursos económicos que, dada la coyuntura económica actual, serían esenciales para el cumplimiento de los objetivos institucionales relacionados con la formación y las actividades derivadas de esta.
La motivación subyacente a esta iniciativa parece centrarse exclusivamente en prevenir la eventualidad, o más bien la certeza, de que su propio retrato futuro pueda quedar comprometido por la falta de una normativa establecida y, de manera más evidente, por la ausencia de méritos que justifiquen tal reconocimiento. Es importante destacar que, previamente a su designación, la abadesa se comprometió a evitar gastos superfluos y, en su programa electoral, hizo una promesa explícita de destinar los recursos pertinentes para mejorar la calidad.
Resulta asombrosamente fácil para ciertas personas comprometerse públicamente con propuestas que claramente no tienen intención de honrar, realizando cuanto esté a su alcance para satisfacer ambiciones personales, independientemente del coste. Esto implica el incumplimiento de compromisos adquiridos públicamente, la omisión del diálogo, una flagrante falta de respeto hacia la comunidad que depositó su confianza en el cargo y una total abdicación de responsabilidad.
 
[ENR. El Niño Roto] Entiendo lo que decís y creo que puede haber otros factores influyendo en el comportamiento de estas personas que no se están considerando. Me refiero a una posible desconexión de la realidad que puede ser significativa. Por lo que describís, podríamos estar ante comportamientos sociopáticos, que no se pueden analizar únicamente desde la perspectiva que planteáis. Si una persona es incapaz de empatizar con los demás y solo busca satisfacer sus propias ambiciones, el contexto y las consecuencias de sus actos pueden parecerle irrelevantes. Además, suelen ser personas perfectamente integradas en el entorno profesional y que muestran elevadas habilidades sociales. Si este es el caso, estamos ante una situación muy peligrosa, ya que estas personas no perciben la realidad de manera objetiva, sino que la interpretan a través de sus propias necesidades emocionales, mostrando una total falta de empatía. Esto no justifica ni exime de responsabilidad sus acciones, pero sugiere que cualquier cosa que suceda a su alrededor es potencialmente tóxica. Dicho esto, si realmente es así, la única solución debería ser alejarse tanto como sea posible. Sin duda, es algo muy preocupante.
 
[PBD. Profesor BullDog]. ¿Y vosotros me criticáis por ser demasiado directo y por tener falta de tacto? ¡Qué visión más aterradora presentáis! No solo hablamos de un problema estructural, sino que además está incrustado en un ámbito social muy poderoso. ¿Cómo “demonios” se supone que uno sobrevive en un ambiente así? Espero que nunca lean nada de esto y no me sorprendería en absoluto si algún día alguien os denuncia o intenta atacaros “sin piedad” para destruiros, porque claramente representáis todo lo que ellos no son ni podrán ser nunca
Francisco de Goya. Capricho 41. Ni más ni menos