Sabemos que es difícil encontrar gente sabia. Sabemos que son escasas y difíciles de reconocer las personas que tienen profundos conocimientos en una materia, ciencia o arte. También sabemos que el grado más alto del conocimiento se adquiere mediante la adquisición del atributo más preciado del sabio, la sabiduría.
Intuimos que se debe de tratar de un elixir raro y valioso, que seguramente se deberá cultivar con paciencia y dedicación. Intuimos que seguramente no debe ser un regalo casual de la vida, sino más bien una recompensa reservada para quienes están dispuestos a invertir tiempo y esfuerzo en su búsqueda. También intuimos que para aspiran a alcanzar la cúspide del conocimiento no debe de bastar con acumular información y probablemente se deberá abrazar la sabiduría como forma de vida comprometida y leal.
Intuimos que la sabiduría no se encuentra en los libros solamente, y que seguramente también depende de la capacidad de reflexionar profundamente sobre lo aprendido. Intuimos, consecuentemente, que debe requerir un compromiso inquebrantable con el autoaprendizaje y la autotransformación. También intuimos que solo aquellos que están dispuestos a cuestionar sus creencias, a escuchar atentamente a otros y a admitir sus propias limitaciones deberían de poder comenzar a vislumbrar la belleza escondida en la sabiduría.
Deducimos, por la escasez acrecentada de la que somos testigos, que resulta un desafío formidable intentar vislumbrar la categoría máxima, es decir, las almas sabias. Deducimos que se trata de seres excepcionales, dotados de profundos conocimientos en diversas disciplinas, y que parecen ocultarse en las sombras de la cotidianidad. Deducimos que identificarlos es un arte en sí mismo, una proeza reservada para aquellos con ojos agudos y corazones abiertos.
Conocemos, para suerte de algunos, que el oráculo es el lugar en el que habitan las almas sabias. Conocemos, porque lo frecuentamos los que pretendemos, que el oráculo con su sabiduría ilumina nuestro camino con conocimiento, discernimiento, prudencia y con la madurez de sus decisiones, de manera que nos guía hacia una comprensión más profunda de nosotros mismos y del mar en el que navegamos, como argonautas a la conquista del vellocino de oro, sedientos de luz en la vastedad del conocimiento.
Felicidades a quien reside en el oráculo.
[PBD. Profesor BullDog] Cuanto más se podría avanzar. Felicidades
[MDD. Maestro Don Depende] Cuánto más se podría aprender. Felicidades.
[EFP. El Funcionario Perplejo] El oráculo resulta aún más sorprendente y excepcional, si cabe, en el contexto de lo público. Felicidades.